viernes, 9 de abril de 2010

Vendedores de ilusiones

Por Samuel Santana.
Esta semana tuve que participar en un congreso de líderes cuyo expositor fue el doctor Myles Munroe.El precio de la actividad fue en dólares y en uno de los hoteles de lujos de la capital. Sin embargo, el salón estaba completamente abarrotado.Como si se tratara de un encuentro de grandes empresarios, al hotel llegaron vehículos de marcas y cada quien vistió su mejor traje para comportarse a la altura de lo que se iba a tratar en la cena de gala.Participamos en un evento cuyo exponente inició hablando de su avión personal.Este tipo de actividad tuvo su origen en los años 80 en Estados Unidos con expertos que planteaban a las gentes sobre cómo desarrollar el potencial, la capacidad, los dones, talentos y la forma de pensar a los fines de lograr grandes cosas en la vida.Siempre se han vendido como pan caliente los libros escritos en esta línea. Lo que llama la atención es que esta fiebre se ha metido dentro del mundo religioso.Ahora las grandes editoriales protestantes inundan el mercado con textos destinados al liderazgo, al iglecrecimiento y la prosperidad.Y esto ha encontrado un terreno fértil en ministros, pastores, obreros y líderes espirituales ansiosos por tener y dirigir la congregación y organización más grande. Los ojos están puestos en personajes como Rick Warren, Paul Yogi Cho, Cesar Castellanos, entre otros.Roguemos a Dios porque en este mundo religioso no se desate estas ansias de poder y de grandeza acompañada de luchas intestinas en las organizaciones y a nivel de la comunidad de fe.Los expertos en la materia justifican sus planteamientos valiéndose de muchos recursos.Por ejemplo, el doctor Munroe dijo que los dos animales con los cuales Dios se identifica es con el águila y el león. Pasó parte de la noche describiendo la grandeza y destreza de esos dos animales cuya característica principal es el avasallamiento y la violencia. Pero en ningún momento habló de la oveja, con la cual se compara a Jesús en la Biblia. Esa parte fue obviada, pues eso habla de sufrimiento, humildad, servicio y hasta muerte. Convenía mejor trastocar la exégesis.Lo que la gente no sabe es que esto no es ciencia, sino que son hipótesis basadas en la subjetividad.En lugar de hacer planteamientos concretos y realistas, hablan de visiones y sueños. Y el deseo que tiene las gentes por un cambio de vida, les lleva a dar aplausos efusivos y asentir en cosas que no tienen la mejor idea de cómo podrían ser llevadas al campo de la realidad.Lo que sí terminan con grandes beneficios son los vendedores de esas ilusiones.El desarrollo de un país y de su gente está basado en elementos concretos y de carácter científico. Es decir, en la buena educación, en la oportunidad de trabajo, en el acceso a la tecnología, a la alimentación, al agua potable, a la vivienda y a la salud, entre otros elementos.La falta de estos elementos esclaviza a un pueblo, mata iniciativas, impide desarrollo y, sobre todo, somete al sufrimiento permanente.

2 comentarios:

minota una nota dijo...

me parece tan ciertas las palabras del columnista porque al interior de las iglecias se estan dando unas orientaciones un poco irreales en cuanto al progreso de la gente y no lo fundamentan en la educacion si no mas bien en acciones milagrosas.

ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA dijo...

LA IGLESIA DESHABITADA.
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¿ LLORAMOS LOS CRISTIANOS?

Imploremos misericordias, los que hemos nacido de nuevo, por los pecados de los hombres. Porque la honra de la casa de nuestro padre ha sido manchada.

Con ímpetu mayúsculo y progresivo clamemos por los pecados de las nuevas Nínives, a diario, ya que el resurgir de las ofensas a Dios, aumentan. Podremos meditar el porqué de tanto desastre natural, guerras, y el avance y desenfreno de lo que moralmente no es bueno. Y no se están enseñando a la juventud los principios evangélicos, para que siendo formados en valores humanos formen la sociedad.

Puedo afirmar que somos los cristianos, los transmisores de esa doctrina que hace cambiar las vidas, y que teniendo una conversión genuina, hace proclamar el evangelio de Jesús.

Sean nuestros llantos de nuevo testamento, de rodillas y ayuno, de testimonio y confesión.

Cuántos han de ser llamados, para ser añadidos a la iglesia para ser salvos.

Y estaremos ciegos, los que sin nombrar promiscuidades y degeneraciones, no cumplimos con las obligaciones de ser siervo del Altísimo.

El decreto actual profetizado en la Santa Biblia, nos ha de ser noticia, ya que el que erra, voluntariamente ignora las Escrituras y el poder de Dios.

Por la misericordia de Dios, están los privilegiados que tienen acceso a internet, donde es tal la bendición de mensajes bíblicos, lectura de las Sagradas Escrituras y proclamación de las Buenas Nuevas, que nadie tendrá excusa. Y ciertamente muchos no tan privilegiados, ni saben leer, ni tienen acceso a internet.

Que no quebranten el pacto sempiterno de predicar el evangelio a toda criatura, quienes conociendo, olvidan ser guiados por el Espíritu Santo.

El derramamiento del Espíritu de Dios es tan real, que somos los convertidos los que testimonialmente hemos de predicar. Y el libro de Joel nos es más que revelador, ya que actualmente el decir soy pentecostal, es un orgullo. Y quienes se ofenden al oir tal confesión de quien por convertido da testimonio, vigilen, y no se revelen en ceguera y maldad, porque como dicen los evangelios, el evangelio es locura para los que se pierden.

Sé soñador, y un prometedor predicador, con tu experiencia personal, y hablando a los demás del evangelio de salvación y promesas. Y que como dijo Pablo, yo sé en quien he creído, así sea tu proclama.

Cuántas ciudades y pueblos se están degenerando con maldades y pecados públicos.

Cuántos países se están degenerando, y de una manera propagandística. Como si ser votante anticrisitiano, no trajera consecuencias.

Y han de ser decisivas, las posturas de los representantes políticos a nivel de fe cristiana.

Pugnas entre el bien y el mal, y lo que en principio es moral o no porque lo dicta la conciencia, determinará el futuro.

Que haya hombres y mujeres clamando en sus casas y en sus iglesias por la misericordia de Dios.

Antonio Martinez de Ubeda