miércoles, 17 de junio de 2009

UNA SAL SIN SABOR

por Ramon Oliveros Ochoa
(solo para líderes de las iglesias)

1 “Ustedes son la sal de la tierra”, es una frase de Jesús muy conocida. Y vamos viendo de qué manera se manifestó esa característica en los líderes de la iglesia primitiva, porque fue un sabor con el cual en su época le proporcionaron un sazón muy particular a la vida de la humanidad.


2 En primer lugar, siendo aún los 12 discípulos unos creyentes inmaduros, hicieron un recorrido por las comarcas de aquella región dándole un sabor muy sui géneris a la vida cotidiana, con diversos milagros, sanidades, prodigios, señales, liberación de endemoniados, etc. Ellos mismos, habiendo saboreado tal sazón, regresaron muy contentos pues hasta los demonios se les sometían en el nombre de Jesús.



3 Después, habiéndose quedado huérfanos por un corto lapso, recibieron al prometido de Jesús y empezaron a sazonar por todos lados. Y era tal y tan intenso el sabor de esta sal, que no solamente ellos sino también los 7 diáconos y otros discípulos más eran sal de la misma calidad, con el mismo sazón: Milagros, sanidades, prodigios, señales, liberaciones, etc.



4 La producción de sal de tan buena calidad se incrementó por infusión del Espíritu Santo aquí y allá, en estos y en aquellos, creyentes y neoconversos, a grado tal que la sola sombra de Pedro o las prendas de Pablo obraban milagros.



5 Ya fuera Juan Sal, Esteban Sal, Ananías Sal, Agabo Sal, o cualquier otro miembro de la familia de Dios que tuviera idéntico sazón, el caso es que ellos cocinaron platillos exquisitos de almas que despedían olor fragante para Jehová.



6 Pero 300 y pico de años después, ya la iglesia católica estaba prefiriendo el sazón del poder político, económico y religioso, en vez de aquella sal pura, intensa y sabrosa. Más adelante, por el siglo XVI se vino un resquebrajamiento de las estructuras eclesiásticas. Sin embargo, los disidentes no se ocuparon en volver a agarrar el sabor de aquella sal antigua, sino que se enfocaron en hornear guisos extraños con los errores de la jerarquía católica como ingredientes principales.



7 De tal manera han sucedido estas cosas, que ahora en el siglo XXI tenemos que los líderes de las iglesias en general (ya sea católica, protestante, episcopal, apostólica, bautista, etc.) no tienen aquel sabor de sal intenso, sabroso, grato al paladar del espíritu. Los líderes de la actualidad se han conformado con un sabor espiritualmente insípido, condimentado con especias como la elocuencia, la hermenéutica, la apologética, etc. Muchos tienen títulos y diplomas de ser chefs, expedidos por otros chefs igualmente insípidos. Y las multitudes también se han conformado con ese sabor, por eso siguen consumiendo tales platillos desabridos.



8 ¿Cuál es la condición espiritual de una iglesia que no tiene un ministro de Dios verdadero en el cual haya autoridad y poder de Dios para visitarles así como lo hacía Pablo, para poner a prueba no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos? (1ª. Corintios 4:19) Está en una condición de debilidad espiritual extrema, siempre a expensas de que los muchos lobos rapaces la devoren.



9 El poder de Dios es la sazón de un ministro. Y si ustedes los líderes, que son “la sal de la tierra, han perdido el sazón, ¿cómo le harán para recuperar su sabor? Ya no sirven para nada, sino para que la gente los deseche y los pisotee”, cuando los reconozcan por sus frutos.
10 Si desea usted conocer más acerca de la situación actual de las iglesias cristianas en el mundo, solicite el estudio de la carta a los hebreos titulado “Hebreos del siglo 21” al correo electrónico
ramon7oliveros@hotmail.com

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